La Permanencia de la Arquitectura (VI). La muerte de la arquitectura. Perdida de sentido de permanencia

“Esta separación de lo contingente y lo necesario, de lo imperfecto y lo perfecto, de la Tierra y el cielo, se acabó con la modernidad.”

François Xavier Bellamy – Permanecer.

La pérdida del sentido de permanencia que tenemos en nuestra sociedad se debió como dice Bellamy, por la pérdida de un punto fijo en el universo que daba sentido.


El hombre, que era medida de todas las cosas, centro de la creación, no era tal según Galileo. Esto fue una de las posibles causas que llevaron al arte a perder también su centro y a “estallar” en el siglo XVIII y como la arquitectura es transparencia de lo humano en lo más radical, acabo deshumanizándose por la equiparación con mera geometría y volviéndose, como dice Hans Sedlmayr, autónoma y sin relación con otras artes, y este fue el motivo por el que “murió” el ornamento, pues ya no había una relación, un vínculo, con otras artes pictóricas u escultóricas y mucho menos una relación antropocéntrica. Un sentido pleno de lo humano.


Si el hombre no tiene un punto fijo y la propia arquitectura lo rechaza, el hombre no tiene ninguna Ítaca a la que retornar. Es por ello por lo que la muerte de la arquitectura, convertida en mera construcción, como un único ser-sin-estar-en-relación con lo demás tectónico, equipararla a la ingeniería, a solo ser un hecho constructivo o al polo opuesto del arte (por el arte), implicará la muerte definitiva de lo tectónico y todo arte morirá, pues no hay permanencia de lo humano, ningún nexo con el hombre si todo arte se vuelve una totalidad y no ve que lo primero, es dar cobijo tanto físico como espiritual, y que eso es realmente lo más necesario. Sin ese equilibrio de la conciencia que decía Saint-Exupéry, no puede existir un universo a nuestro alrededor, es necesaria una predisposición del alma para que pueda existir el sentido, el bien y la belleza para los hombres. Las esencias siempre perduran más que las propias cosas. Lo esencial del hombre siempre será lo espiritual, que está en relación con lo corporal, no se puede anular ninguna dimensión del hombre. Nuestra arquitectura nutre el alma a la vez que conserva el cuerpo.

Caer en que la arquitectura es solo resolver un problema espacial, que solo es estructura o construcción, una “máquina de vivir”, implica que no hay ningún sentido espiritual, de permanencia, y será completamente inhumana. Producida con una carencia absoluta de un sentido trascendente del obrar.

Esta inhumanidad, claramente se ve en la sociedad actual y su sentido del movimiento, somos la sociedad que está en constante movimiento, del hombre adorador de la máquina, que odia lo permanente y por tanto odia la arquitectura:

“disponemos hoy de medios de transporte mucho más rápidos y accesibles de los que conocieron nuestros predecesores y, paradójicamente, sin embargo, nunca el ser humano había consagrado tanto tiempo a desplazarse cada día. […] ha provocado la necesidad de hacer trayectos con mayor frecuencia.”

François Xavier Bellamy – Permanecer.

La arquitectura se ha convertido en un hecho necesario pero temporal en la carrera constante de la vida, no hay hogar que sea nuestra “Ítaca”:

“Es profundamente significativo que los modelos sean artefactos en los que el hombre nuevo nómada, no puede permanecer, sino tan solo alojarse temporalmente”


“El hombre no desea ya un lugar donde pueda permanecer y edificar”


“los arquitectos que traicionan la arquitectura para asimilarla a la construcción de máquinas, […] se aproxima al ingeniero, y es inventor y reformador de la vida. Considera lo estético del mismo modo como el constructor de automóviles considera el diseño de la carrocería: es para él tan solo una superestructura.”


“La gran lucha de las maquinas contra las arquitecturas, significa la indeliberada irrupción del odio profundo que el hombre de las maquinas siente contra lo arquitectónico. Ahora ha empezado este hombre a realizar lo que las teorías de vanguardia, […]: El centro de nuestras viejas ciudades, con sus catedrales y templos, debe ser derruido y remplazado por rascacielos (Le Corbusier)”

Hans Sedlmayr – El arte descentrado (Verlust der Mitte)

No todo está perdido, porque estamos redescubriendo que las cosas que creíamos obsoletas en pro de una industria que aliena lo humano, o lo remplaza literalmente (en el trabajo artesanal) son en realidad buenas para el hombre:

“Que la industria reemplazara al trabajo artesanal ya no nos parece como una innegable promesa de eficacia, los dirigentes de las grandes ciudades miran ahora al automóvil como un problema y a la bicicleta como el futuro, preferimos el comercio local a la globalización, y el desarrollo de los productos «bio» no es otra cosa, en realidad, que una manera complicada de describir el retorno a prácticas agrícolas previas al desarrollo de la mecanización y de la química agrícola…“

François Xavier Bellamy – Permanecer.

Así pues, la arquitectura, que da sentido a los hombres, debe retornar hacia lo humano. Solo así el hombre se podrá salvar y el oficio de arquitecto (que es el de ser el primero, jefe o encargado “tektón” de realizar la primera tarea, pero “tektón”, es decir un albañil más, una persona más, en definitiva, pero con una vocación volcada a la permanencia) perdurará y por supuesto, todo avance no implica necesariamente una maldad o un problema: las nuevas posibilidades técnicas o procesos de fabricación puestas al servicio de lo humano, pueden ser grandes herramientas. Cabe destacar como realmente, algunos movimientos como “Arts and Crafts”, la Bauhaus o la cultura “Maker” han sido auténtico entendimiento pleno de lo que la tectónica es, no es que exista el arte y la técnica por separado, es que el arte y la técnica son una misma cosa en la “tectónica”. Quedarse en ser un artista que no mira hacia lo humano o que no se fascina por la artesanía/técnica del proceso, o en un ingeniero que hace del proceso técnico todo su mundo, es faltar a la realidad de lo tectónico que debe responder a una imagen del hombre (un logos antropológico) y debe de ser-en-relación con las demás cosas. Todo debe estar en ese equilibrio que decía Saint-Exupéry.

“nos hemos vuelvo impotentes frente a nuestro propio poder. Lo propio de la técnica es ser un medio en vistas a un fin, pero también puede errar a veces en su camino hacia ese objetivo.”

François Xavier Bellamy – Permanecer.